Chapuzón
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El domingo a última hora, cuando el grueso de los invitados habia
partido, habiendo desarmado el marquee, quedamos planchados
recobrando el aliento, eramos los pocos que pasaríamos la noche
aún en happy time.
Por entre las bambalinas del marquee, vi que el portón del frente,
a lo lejos, dejaba entrar dos figuras, al parecer desconocidas.
Me levanté con pocas ganas - como cuando te despiertan de la siesta
a destiempo - al acercarme reconocí a los vecinos mas cercanos,
los que viven allí nomas, como a 200 metros.
Los conozco poco, estaban invitados, todos los años estan invitados,
este es el primero que aparecen, ¡con dos dias de retraso!
Muy vestidos de gala, ella con algunos pendientes y collares,
una pinta de nuevos ricos totalmente fuera de lugar, él, es un
landscape designer, trabajan juntos, estan haciendo un monton
de guita y lo muestran. Ambos dicen ser gitanos, pero sedentarios.
Mientras le hacian el official guided tour, me fui a la parrilla,
a prender el carbon nuevamente para la cena, pensé que el entretiempo
era un buen momento para atracar una patita de pollo.
Terminado el tour, élla, se fue a remar en canoa, la vi media
desbalanceada, me preguntaba donde terminarian los collares
mientras en la cocina embochinchada, trataba de encontrar un limon
para mi patita, estaba en el fondo del cajon de verduras, entre
las lechugas y los tomates, pesqué el cítrico y regresé triunfante
a dedicarme al carbon y a la patita, y ... me lo perdí ... la
estaban sacando, a la vecina, ¡hecha un trapo mojado!
El chapuzón inesperado, me hizo acordar algo, sucedido en el frente
de la casa de los vecinos, hace muchos anos, antes de habernos
mudado. Como el carbón estaba llamandome, le pedí a Sussana,
que se los contara. Desde lejos escuché el cuento lo que yo hubiera
contado asi:
Habiamos salido con un amigo, a cenar afuera, y volviamos a lo
que en ese entonces era, el farm de los viejos de Sussana. Por
el camino angosto que lleva directamente al sendero de entrada,
a unos cientos de metros, me convence Sussana que élla, va a
manejar el último trecho, no recuerdo el motivo, pero se que me
bajé para cambiar de asiento, y al dar la vuelta al auto, élla,
mas veloz por adentro, ya se había ubicado, arrancado y mandado
a mudar.
Quedé parado viendo el coche que se alajaba, las luces cada vez
mas lejos, luego doblando por el sendero hacia el farm. Una noche
oscura, cerrada, ni luna ni estrellas, este cielo inglés, tan
aburrido. En eso pensaba, mientras caminaba, sobre las lineas
blancas pintadas en la ruta, las marcas que me mantenian en linea.
No anduve mucho, cuando vi las luces del auto regresando, primero
una roja persiguiendo una blanca, luego dos blancas mirandome
fijo. Pense que debía esconderme para seguirles la broma. Salí
de la ruta buscando los arboles que sabía estaban un poco mas
allá. A tientas, sin ver ni medio, solo veia los faroles que
se acercaban. Había abandonado a mis amigas, las lineas blancas,
guias seguras de mis pasos. Busqué la zona mas oscura, y la encontré,
de repente, no vi ni faros ni lineas, se abrió el piso, y caí
al zanjón, con agua estancada, que me llegaba hasta la nariz.
El auto paró allí nomas, que escondido ni que ocho cuartos, dale
che, salí que te vemos. Salí, hecho una sopa verde pegajosa.
Me paré delante del auto para reconocerme, me saqué todo, le tiré
una zapatilla mojada por la ventana a los dos que no paraban de
reirse. En eso, a mi espaldas, oigo un escopetazo, al darme vuelta,
veo, iluminado por los faroles, la silueta de un tipo con una
escopeta apuntando al aire.
Nunca entré a un auto tan rápido, nunca entré a un auto en pelotas
con la ropa mojada en la mano.
Sussana terminó de contar esta historia, mientras yo seguia,
disfrazado de carbonero.
El vecino que escuchaba atentamente, coincidió que en esa epoca
su casa aun no se había construido. Pero a veces, en un caravan,
él venía por unos dias y sí, había sido él, el que habia disparado
el escopetazo.
Empecé a poner el keebab, al lado del resto del pollo, todavía
quedan unos bifes y chorizos, quizás para manana.
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